Al encuentro asistieron 150 participantes de 51 países. La bienvenida corrió a cargo de los Consejeros de Pastoral Juvenil de los Salesianos y de las Salesianas, P. Miguel Ángel García y Sor Runita Galve Borja, respectivamente.
En tono cordial, motivaron a los asistentes sobre la importancia del trabajo de la mañana: enmarcar el lema de la Jornada Mundial de la Juventud, «María se levantó y se fue de prisa», en el contexto actual del Movimiento Juvenil Salesiano.
A continuación, bajo la dirección de los animadores Sílvio Monteiro y Beatriz Domingos, los presentes iniciaron un momento de reflexión organizado en cuatro idiomas: portugués, español, inglés e italiano. Cada grupo tenía un guión con preguntas que buscaban obtener consideraciones y sugerencias para proyectar el Movimiento Juvenil Salesiano en el mundo. Al final, cada grupo debía presentar sus conclusiones a través de un formulario online para ser enviadas a Roma.
En la segunda parte de la mañana participaron el Rector Mayor, P. Ángel Artime, y Sor Chiara Cazzuola, Madre General de las FMA. El auditorio se puso en pie para acogerlos con un fuerte aplauso.
Toma la palabra el P. Ángel, que expresa su gran alegría por estar presente. A pesar de estar en un escenario, compartió que se sentía en familia y que sabía que, a pesar de las muchas diferencias entre los presentes, todos estaban unidos por las mismas preocupaciones.
A continuación, cinco jóvenes de diferentes países, Brasil, Italia, México, Canadá y Filipinas, compartieron sus preocupaciones en forma de preguntas. Qué hacer ante el alejamiento de los jóvenes de la Iglesia, o cuando la fe se convierte en una carga, cómo vivir el afecto con autenticidad y qué hacer para acompañar a los jóvenes en su crecimiento espiritual, fueron preguntas planteadas.
Con un lenguaje sencillo pero profundo, «desde el corazón», los dos líderes respondieron concretamente a las preguntas, citando varias veces diferentes episodios de la vida de San Juan Bosco.
Como tantas veces ha pedido el Papa Francisco, el Rector Mayor recordó la necesidad de dar testimonio contra la superficialidad que caracteriza, en parte, nuestro tiempo. No obstante, reconoció que «nadar contracorriente cansa», pero «ser un cristiano comprometido significa ir contra corriente», dijo.
En un mundo que siempre tiene prisa, «tomarse tiempo para profundizar en la relación con los demás y con Dios» fue el consejo de la Madre General.