Acreditar en el otro es un desafío. Acreditar en los jóvenes, una vocación y una tarea. Nadie crece solo. Los jóvenes no crecen solos.
Acreditar en el otro es un desafío. Acreditar en los jóvenes, una vocación y una tarea. Para crecer, se necesitan puntos de equilibrio. Para una realización plena, «no basta con amar, es necesario que el joven sienta que es amado» (Don Bosco). No es suficiente con «tiempo de calidad», se necesita «todo el tiempo del mundo», toda una «aldea», y el tiempo de todos. No bastan las «buenas intenciones» de esas que llenan rosarios de palabras dichas, se necesita realmente dar la vida. Nadie crece solo. Los jóvenes no crecen solos. Cuando nos disponemos a escucharlos, nos damos cuenta de cuánto necesitan de la presencia, la atención y el acompañamiento de aquellos que han crecido antes y pueden hablar y compartir lo que han vivido, con la certeza de que siempre es posible un testimonio. Pero «tengo poco que decir»… o «ellos no quieren escuchar y prestar atención». ¿Será cierto? Peor que no creer, es la indiferencia, la falta de interés, o pensar que «no vale la pena», en un cansancio que muestra la poca solidez del mayor crédito que se debe otorgar a quienes tienen tanto para dar y recibir. Una sociedad, un país, una Iglesia que abandona, que no cree, que no ama, que no acoge a sus jóvenes «paga caro la cuenta» de perder el futuro de las generaciones. El Papa Francisco les decía a los jóvenes en su mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2021: «Cuando cae un joven, de cierta manera cae la humanidad. Pero también es verdad que, cuando un joven se levanta, es como si todo el mundo se levantara. Queridos jóvenes, ¡qué gran potencialidad tienen en sus manos! ¡Qué fuerza traen en sus corazones!». Cuando pensamos en los jóvenes y en la belleza de las posibilidades, en la amplitud de los sueños por realizar, en la riqueza de lo que tienen para dar, pensamos en tantas vidas en las que es necesario creer y levantar para lo que realmente vale la pena. Una potencialidad elevada al infinito para dar frutos en una vida nueva y feliz. El mundo entero se levanta al ritmo del corazón de los jóvenes constructores de esperanza, confianza y futuro. El camino siempre y solo es: ¡»levántate y camina»! ¡Caminemos juntos! Porque cuando se trata de los jóvenes, ¡simplemente está prohibido rendirse!