Se percibe en muchos jóvenes un deseo de comprensión y de vida que dé sentido a su propia existencia, también desde un punto de vista espiritual y de fe.
En un estudio reciente, el 50% de los jóvenes portugueses encuestados se declaraban católicos, el 8% creían en otras religiones, el 13% eran ateos, el 12% eran indiferentes, el 9% eran agnósticos y el 8% creían sin religión. Entre los católicos, solo el 18% se declaran practicantes. Aun así, se percibe en muchos jóvenes, más allá de los números, un deseo de comprensión y de vida que dé sentido a su propia existencia, también desde un punto de vista espiritual y de fe. Sin embargo, hay mucha desorientación y la dificultad de adherirse a la fe es bastante grande. A menudo se confunden debido a la complejidad de los lenguajes, las fenomenologías y las vivencias incomprensibles. Y nosotros, los adultos cristianos, no somos capaces de ofrecer a los jóvenes experiencias de fe duraderas y profundas que apunten a la altura de la existencia; testimonios que encarnen el significado de la propia vida en Jesús; contextos y ambientes que ofrezcan encuentro, alegría y disponibilidad. Donde la fe cristiana es una experiencia comunitaria fuerte y viva, los jóvenes tienen la oportunidad de compartir la fe con aquellos que viven de fe y se adhieren, con alma y corazón, al encuentro con Jesús. La fe es un encuentro. Un encuentro con Jesús que pasa por la vida y la marca, la transforma, la revitaliza y renueva. Un encuentro que es Palabra. Un encuentro que es acción. Y Jesús continúa «acercándose» a todos los jóvenes. Y sigue llamando. Y los sigue queriendo consigo. Se acerca a los jóvenes a través de nuestra cercanía. Cuando lo hacemos atractivo y eficaz, Emanuel, Dios con nosotros. Salvador y Maestro. ¡Señor, vivo y resucitado! Y ¿cómo? En nuestra presencia de fe y testimonio. En nuestra disposición para cultivar esas semillas de fe, más frágiles que una semilla de mostaza, que renuevan el mundo, la historia y la sociedad. En la disposición de dar a los jóvenes la posibilidad de vivir su fe, incluso en sus inconsistencias, con la fuerza renovadora del Espíritu, cuyo impulso, intuiciones y presencia están en los jóvenes. Ahí, al final, no será una cuestión de números. Sino de nuestra fe en los jóvenes. Es en la fe de los jóvenes que rejuvenece la fe de la Iglesia que todos somos. Una fe joven que todos necesitamos.
(Los Jóvenes en Portugal Hoy (2021), Fundación Francisco Manuel dos Santos)