El quinto día de la Jornada Mundial de la Juventud comenzó con la salida de los peregrinos hacia el Campo da Graça.
Con un calor que no aflojaba y el cansancio que ya daba algunas muestras, los peregrinos no bajaron los brazos y siguieron, con alegría y en un ambiente festivo, para ver al Papa Francisco y estar presentes en la Vigilia.
Muy devoto de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Francisco viajó a Fátima para rezar el rosario en la Capilla de las Apariciones con jóvenes enfermos. Entre aplausos y cantos, el Santo Padre bendijo a quienes le esperaban y, una vez más, dejó un mensaje contundente: «La Iglesia no tiene puertas, para que todos puedan entrar».
De regreso a Lisboa, y tras un encuentro privado con los miembros de la Compañía de Jesús, en el Colegio de São João de Brito, el Papa Francisco se dirigió al Campo da Graça para celebrar la Vigilia con los jóvenes, que le esperaban con alegría, resistencia y gran fe.
Cerca de un millón y medio de peregrinos rezaron con Francisco, en una noche en la que el cielo -de una belleza sin igual- también se preparó para recibir al Papa. Durante horas y horas no faltó la música, el entusiasmo y el clásico grito «Esta es la juventud del Papa».
Tras las palabras del Papa Francisco, quien, en un nuevo mensaje de inclusión, afirmó que el único momento en que es lícito mirar a alguien por encima del hombro es cuando «estamos ayudando a alguien a levantarse», siguió un silencio ensordecedor que marcó la exposición del Santísimo Sacramento.
La velada terminó con la certeza de que la misa de envío del día siguiente volvería a ser un momento muy emotivo.