No es fácil ser joven hoy en día. En todo lo que es publicidad, existe la sensación de que tenemos que ser “eternamente jóvenes”, en un complejo de Peter Pan demasiado extendido de, consciente e inconscientemente, no querer crecer.
Falacia de las mil palabras, el hecho es que, a pesar de todos los elogios a la vida de los jóvenes, éstos siguen siendo “la porción más delicada de la sociedad humana” (Memorias biográficas de San Juan Bosco, II, 45), deseosos de que quienes los acompañen, escuchen, estén presentes para descubrir y animar los “puntos de partida, energías interiores que esperan, disponibles, palabra de aliento, de luz y de aliento” (Christus vivit, 84). ¡Son jóvenes, Señor! Pero sembrado con una permanente frustración por crecer. Son posibilidad de “belleza” y de “renovación” en la sociedad y en la Iglesia (ChV, 37). Sin embargo, en nuestros contextos, nunca ha existido una generación tan educada, tan preparada ya la vez tan dependiente y vulnerable, con una autoestima tan justificada y limitada. A pesar del inconformismo de unos y de las manifestaciones proféticas de otros, los jóvenes siguen sin ser considerados: “para qué tanto esfuerzo si después”… Pero aun así, es necesario creer. Conoce mejor, ama más, para ayudarte a crecer. Porque los que creen, lanzan desafíos de alta medida. Cree en las posibilidades de cada uno. Y genera vida, esperanza, optimismo y confianza. Como escribió el Papa Francisco en Christus vivit: “Jóvenes, no renunciéis a lo mejor de vuestra juventud, no os quedéis mirando la vida desde el balcón. No confundas la felicidad con un sofá ni te pases la vida entera frente a una pantalla. Y tampoco os reducís al triste espectáculo de un vehículo abandonado. No se queden autos estacionados, sino que dejen brotar los sueños y tomen decisiones. Aunque te equivoques, corre el riesgo. No sobrevivas con el alma anestesiada, ni mires el mundo como si fueras un turista. ¡Háganse oír! Tirad los miedos que os paralizan, para no convertiros en jóvenes momificados. ¡Vivir! ¡Ríndanse a lo mejor de la vida! ¡Abrí las puertas de la jaula y salí volando! Por favor, no se retire prematuramente” (ChV, 143). Ser joven es todo eso y más. Pero no obliguemos a los jóvenes a ser otra cosa: ¡que los jóvenes sean jóvenes!