Gracias al ejemplo de fe y caridad que dejó tras de sí, San Juan Pablo II identificó al Beato Pier Giorgio Frassati como «el Hombre de las Ocho Bienaventuranzas».
Frassati no se sentía cómodo en la clase social en la que vivía y su fe no se cultivaba adecuadamente en el ambiente familiar. Cuando era adolescente, se convirtió en miembro activo de varios movimientos parroquiales, haciendo un voto de compromiso constante con la caridad. Comunión y oración diaria ante el Santísimo Sacramento.
Pier donaba prácticamente todo lo que ganaba de sus padres como mesada y muchas veces dejaba la compañía de jóvenes burgueses para llevar un poco de todo a las casas de los más necesitados: comida, ropa, leña, carbón, muebles.
Amante del deporte, le gustaba, sobre todo, escalar montañas, saludar a la Virgen María y contemplar la naturaleza como un regalo de Dios. En su última ascensión, antes de morir, escribió en una tarjeta su lema de vida: “¡Hasta la cima!”, que hacía referencia tanto a su pasión por el alpinismo como a su anhelo por el Reino de los Cielos.
A los 24 años enfermó de poliomielitis fulminante, habiendo fallecido pocos días después, el 4 de julio de 1925.
Frassati fue un hombre completo y un cristiano completo y su testimonio de vida muestra a todos los jóvenes que es necesario que nos pongamos al servicio de Dios y de los demás.