Declarado “Padre y Maestro de la Juventud” por San Juan Pablo II, San Juan Bosco dedicó su vida al servicio de la juventud.
San Juan Bosco nació en Becchi el 16 de agosto de 1815. Pronto sintió el deseo de hacerse sacerdote y el sueño que tuvo a los nueve años le reveló cuál sería su misión: «Hazte humilde, fuerte y robusto», le dijo una dama brillante como el sol, «lo que veas que les pasa a estos lobos que se convierten en corderos, se lo harás a mis hijos». Yo seré tu maestro. Con el tiempo lo entenderás todo». Era el anticipo de una extraordinaria vocación educativa y pastoral.
En 1835 Juan Bosco ingresó en el seminario y en junio de 1841 fue ordenado sacerdote, eligiendo como programa de vida «Dame almas y toma lo demás» (Da mihi animas, cetera tolle).
El 8 de diciembre de 1841, en la sacristía de la iglesia de San Francisco de Asís de Turín, Don Bosco conoció a Bartolomé Garelli, un huérfano de dieciséis años. El legado de Don Bosco había comenzado así.
En 1859, con la ayuda del Papa Pío IX, nace la «Pía Sociedad de San Francisco de Sales», una congregación que tiene como objetivo la salvación de la juventud, luchando contra toda pobreza y actuando según el lema: «Dame almas y llévate el resto».
San Juan Bosco dedicó su vida al servicio de la juventud. Habiendo propuesto el «Sistema Preventivo» a sus educadores, lo presentó de la siguiente manera: «Acompañad a los jóvenes, evitad el pecado mediante la razón, la religión y la bondad. Conviértanse en santos, educadores de santos. Que nuestros jóvenes se sientan queridos».
A lo largo de su vida Don Bosco fue valiente, optimista, capaz de contagiar e implicar a muchos en su obra educativa y pastoral.
Murió el 31 de enero de 1888, a la edad de 72 años, en Turín, en el oratorio de Valdocco.