Juana de Portugal fue una princesa portuguesa que renunció al mundo y se consagró a Dios. Destacada por su vida de oración, caridad y humildad, es venerada como santa por la Iglesia Católica.
Hija de Alfonso V y de Isabel de Avis, y hermana del futuro rey de Portugal, Joana nació el 6 de febrero de 1452. Podría haber sido reina en varios reinos de Europa, pero Joana prefirió estar unida a Cristo y a la Pasión de Cristo, y se marchó al claustro a los 19 años. Murió en Aveiro, en el convento de las monjas dominicas, en 1490.
Al no haber sido beatificada todavía, todos la llaman Santa Juana Princesa, ¡y esta Beata nos invita a tomar decisiones radicales!
Muy bella, Juana cultivó las más altas virtudes cristianas, disimulando los sacrificios que practicaba. Llena de compasión, se arremangó para dar pan a los hambrientos y ropa a los harapientos.
Aunque todos la vieron convertirse en reina de Portugal, Juana rechazó a todos los pretendientes, pues estaba decidida a entregarse únicamente a Cristo. Tras el permiso de su padre, Joana se retiró al Convento de Odivelas y, más tarde, al Convento de Jesús, en Aveiro. Como princesa real y potencial heredera al trono, no pudo profesar los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, pero vestía el hábito religioso y vivía como novicia dominicana.
La enfermedad no la perdonó, dejándola postrada en cama. Murió el 12 de mayo de 1490, a la edad de 38 años, colgada de un crucifijo y rodeada de las hermanas de su comunidad.
Siendo siempre una gran devoción a la Pasión de Cristo, la Beata Juana siempre es representada con un crucifijo en la mano.
En 1693, el Papa Inocencio XII la declaró Beata Juana de Portugal, y más tarde, en 1965, el Papa São Paulo VI la proclamó patrona especial de la ciudad y de la Diócesis de Aveiro.